Premio Nobel de Economía 2019

El pasado lunes 14 de octubre, la Real Academia de las Ciencias de Suecia otorgó el Premio Nobel de Economía a la francesa Esther Duflot, al indio Abhijit Banerjee y al estadounidense Michael Kremer.

A mi juicio se trata de un gran acierto de la Academia pues se premia a la Economía como un instrumento para el “alivio de la pobreza global”. Así lo expresó Esther Duflo al recibir el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2015: “Nuestro objetivo es asegurarnos de que la lucha contra la pobreza esté basada en la evidencia científica”. La idea es no atacar la pobreza con grandes análisis macroeconómicos sino ir a lo microeconómico, a lo concreto. O dicho de otra forma, no se trata tanto de destinar un porcentaje del PIB para ayuda al desarrollo como de ver la eficacia de distribuir filtros potabilizadores de agua en una aldea perdida de Ecuador.

(Hago un breve inciso para destacar que las investigaciones de estos economistas certifican que el acceso al agua potable es una de las inversiones más rentables para los países en desarrollo).

Se trata de un análisis empírico de las pequeñas cosas para conseguir efectos a gran escala. Pongamos ejemplos.

  1. Educación. Kremer vio que las escuelas de Kenia tenían unos rendimientos malísimos. Parecía lógico apuntar a la pobreza de los colegios y de las familias como causa del problema. Dieron libros y comida gratis a los alumnos. El rendimiento no mejoró nada. Finalmente, tras varias pruebas y errores, acabaron descubriendo que la raíz del problema eran los profesores: estaban mal pagados y poco motivados. Destinando el dinero a incentivar a los docentes y a dar una atención más personalizada a los alumnos, los índices de rendimiento se dispararon rápidamente. Basándose en esta evidencia, la India ha implementado programas de atención en más de 100.000 escuelas. De lo pequeño a lo grande.
  2. Tecnología. Otro de sus descubrimientos fue que los agricultores de países pobres son reacios a modernizarse y tienden a retrasar la inversión en fertilizantes. Pero si se les envía estos productos a sus casas, acogen la innovación sin problemas y la asumen, mejorando radicalmente su situación.
  3. Sanidad. Otro experimento demostró que el dinero invertido en centros de vacunación fijos era dinero tirado. Costaban más que los centros móviles y encima, los padres no se desplazaban a dichos centros para vacunar a sus hijos. Se realizaron campañas de vacunación móviles que no solo redujeron el precio drásticamente, sino que “forzaron” a los padres a vacunar a los niños, pues tenían a los médicos en la puerta de sus casas. La tasa de vacunación se disparó del 6% al 31%.

Como se observa en los ejemplos expuestos, los premiados identifican comportamientos que no se explican de forma racional y que hacen que una política de desarrollo fracase. En este sentido, parte de su trabajo se basa en la Teoría de los Contratos y, sobre todo, en la Economía del Comportamiento, que recibieron premios Nobel en 2016 y 2017, respectivamente. Por otra parte, el uso de la Economía para mejorar el mundo también tuvo su galardón en el Nobel de 2018 que premió la integración del cambio climático en el análisis económico.

Solo me queda manifestar mi envidia –sana- hacia el trabajo de estos tres galardonados. Un trabajo muy interesante cuyo objetivo directo es la ayuda a los más desfavorecidos.

Duflot nació en París (Francia) en 1972, Banerjee nació en Bombay (India) en 1961. Ambos son pareja y profesores del Massachussetts Institute of Technology (MIT). Kremer nació en Estados Unidos en 1964 y es profesor en la Universidad de Harvard.

Este premio está dotado con 9 millones de coronas suecas (unos 831.000 euros) que los premiados se repartirán a partes iguales.